Las democracias de nuestras naciones, nos referimos
específicamente a las naciones latinoamericanas y particularmente a Venezuela,
adolecen de grandes fallas; que van desde el no respeto, por parte de las
autoridades del Estado, de los derechos de los ciudadanos hasta el
desconocimiento por parte de estos últimos de sus propios derechos. Lo que los
convierte o reduce a meros individuos pasivos que coyunturalmente asumen su
ciudadanía o la limitan al ejercicio de su derecho al voto. La interrogante que
nos surge es como participan en política estos ciudadanos, cuando la gran
mayoría de ellos sólo se ven como simples individuos, todavía no se perciben
ellos mismos como ciudadanos. Y esto es así porque el sistema democrático de
estas naciones todavía no se ha consolidado o manifiesta cierto déficit de
ciudadanía e instituciones. Amplios sectores poblacionales venezolanos aún no
se conciben a sí mismos como ciudadanos con igualdad y con conciencia de sus
derechos, deberes, fortalezas y debilidades. Así, que se hace urgente que los
ciudadanos como uno de los actores principales de la democracia, trabajen
arduamente en lo que les concierne para convertir el sistema democrático
nacional en una verdadera democracia.
Y no solo ciudadanos como
individualidades sino formando parte de instituciones que fortalecen al sistema
democrático. Los resultados de esta investigación nos revelan que en el caso
venezolano, cuando la participación es entendida en la dimensión que la misma
podría significar conflicto y desorden, la mayoría de la población optaría por
una opción de estabilidad y orden. Sin embargo, el hecho de que esto es cierto
para cualquiera de las opciones de preferencia sistémica, indica que el
problema de seguridad y estabilidad es de tal importancia en Venezuela, que él
en sí mismo constituye una dimensión independiente de la preferencia sistémica.
Por otra parte, en lo que respecta a la forma cómo participa y se moviliza
políticamente el venezolano, es claro que la mayoría opta por no hacerlo. Se
advierte un segundo grupo que opta por participar en formas
permitidas-pacíficas y un tercer grupo, que participa en formas
permitidas-pacíficas y formas prohibidas de fuerza-violencia. El grupo que
participa únicamente en formas prohibidas de fuerza-violencia es tan pequeño
que no se puede representar dada nuestra estructura de datos. La primera
conclusión (valorar y creer en la democracia sin atribuirle importancia a la
participación política de los ciudadanos en general, dado que esto puede
convertirse en factor desencadenante de desorden y de desestabilización
política) podría considerarse una aparente contradicción. Sin embargo, si el
problema de la seguridad y estabilidad es tan importante a nivel nacional, que
él mismo se constituye en una dimensión valorativa independiente, entonces esta
estructura de relaciones cobra total sentido. La preponderancia de formas
permitidas-pacíficas concuerda con esta interpretación y nos sugiere que en
términos de una cultura política al nivel de las masas, la mayoría de los
venezolanos apuesta a un desarrollo político institucional democrático
contrario al conflicto, a la fuerza y a la violencia en la vida política. Sin
embargo, en lo que respecta a formas de participación que tengan en sí mismas
contenido de compromiso, encontramos que el venezolano de inicios del siglo XXI
es un ciudadano sumamente cauto. Nuestro estudio se realizó en un contexto
histórico-político particularmente polarizado, en condiciones políticas
excepcionales en lo que respecta al desarrollo democrático desde 1958. Es muy
probable, que algunas de las evidencias encontradas en nuestra investigación, den
cuenta de esta circunstancia particular del ejercicio de la política en nuestra
nación. En futuras investigaciones tendremos la posibilidad de observar el
desarrollo de las relaciones identificadas y podremos analizar con mayor
detalle esta relación entre participación política y ciudadanía y sus
implicaciones sobre nuestras prácticas democráticas.
Autores:
Peña Jorge
Lezama
Rafael
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