La mujer ha venido evolucionando y atravesando crecientes cambios, en 1869 el hombre tenía la patria potestad, el derecho de la administración de los bienes de la sociedad conyugal. Este escenario cambia en 1957 cuando se ratifica que la mujer mayor de edad, posee los mismos derechos civiles que el hombre. Esto le ha permitido, la participación en la política a la cual antes no tenía acceso. A pesar de que paulatinamente se ha consolidado su entrada en el mundo político, estando limitadas en un mundo privado y sin aportes para el desarrollo de la sociedad, sometidas y subordinadas por el poder masculino a su naturaleza de trabajo de reproducción biológica y social, viviendo discriminadas a ejercer un verdadero liderazgo y participar directamente en los procesos de toma de decisiones.
Es importante destacar, que no siempre este ordenamiento social funcionó de una manera tan desigual. En sociedades más primitivas, la relación hombre-mujer era muy igualitaria, como lo ejemplifican nuestras civilizaciones, donde las mujeres indígenas cumplían un rol destacado dentro de la comunidad, teniendo una participación activa y directa en las decisiones y en la economía del grupo. A partir del siglo XX, cuando se rompen los matices y la mujer comienza a incorporarse masivamente en el trabajo productivo en la acción comunitaria y social y poco a poco en el mundo político. Las mujeres han ganado suficiente poder social, como para poder luchar por los espacios del poder político formal en las democracias. En un comienzo se denunció la discriminación hacia las mujeres, se la mensuró estadísticamente para formar alianzas y buscar modalidades que permitieran cambiar la situación mediante propuestas de medidas favorables a la justicia. Cuando nos referimos a democracia implica la libertad de hombre y mujer de ejercer sus derechos y sus deberes. Si las mujeres no tienen la independencia o la libertad de expresarse, indudablemente sería difícil visibilizar su identidad en el espacio público. Es importante manifestar que la incorporación de la población femenina en los espacios de decisión es parte fundamental del desarrollo democrático de los países. Hoy en día en América Latina, la inclusión de las mujeres en los espacios de poder es relevante, ya que esta inclusión permite garantizar una verdadera democracia. Aunque persiste todavía en el ideario social colectivo, la creencia arraigada que ciertos niveles jerárquicos están reservados a los hombres como patrimonio exclusivo de su género. Acceder a los derechos políticos resultó para la mujer un camino tanto ó difícil que el transitado para los derechos cívicos. Sin embargo actualmente hay más mujeres en cargo políticos que nunca antes en la historia. Los procesos de descentralización implican nuevas condiciones y desafíos para ampliar y enriquecer la presencia política de las mujeres y demandan nuevos estilos de liderazgos.
Autores:
Yoli Lugo
Nelson Simoza
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