Para escribir sobre
el proceso industrial venezolano, es necesario dar una visión retrospectiva de
lo que ha sido su evolución histórica, aunque sea a grandes rasgos, pues siendo Venezuela tradicionalmente un
país mono productor que depende casi exclusivamente del petróleo para
vivir, el desarrollo de sus industrias o
sector secundario de la economía ha quedado relegado o en todo caso sin
alcanzar mayores avances, acentuando aun más el carácter de dependencia que
achaca a la región en lo que se refiere al crecimiento diversificado. Muchos
son los factores que han incidido para que este aspecto negativo permanezca
todavía como un obstáculo para crecer en la fase de la producción económica de
los bienes de capital, piezas, partes e insumos, que consiste precisamente en la transformación de las materias primas
en productos elaborados o manufacturados para la distribución y consumo de la nación.
Se señala históricamente en primer plano, la incorporación tardía del país al proceso de
industrialización que se inició en
América Latina y donde Venezuela se fue
quedando rezagada en este desarrollo porque la bonanza petrolera y la abundancia de
divisas generadas por este renglón desataron
la importación de bienes de consumo tales como ropas, calzados, equipos
electro-domésticos, alimentos y un sinfín de productos. Estos ocuparon un largo historial de consumo en la
primicia del venezolano e igualmente el sector industrial. Cabe destacar que
también prefería comprar maquinarias importadas relativamente accesibles y
contratar procesos industriales “llave en mano” en la industria pesada
(siderúrgica, del hierro) que solo le aseguraron rentabilidad y manejo tecnológico
a las empresas foráneas. A este panorama perjudicial para la industria
nacional, se le sumó posteriormente la falta de inversión, la escasa o casi
nula preparación del recurso humano para operar las complejas máquinas que requerían de alto conocimiento
tecnológico, importación de bienes de capital, materias primas y la poca
atención de la problemática existente. Además conspiraron contra este
desarrollo acentuando más su dependencia
de Estados Unidos y Europa que a través de empresas multinacionales
dominaron la industria en todas sus
fases tanto de explotación, fabricación y venta, (industria del aluminio)
anulando prácticamente la capacidad de ventajas comparativas y competitivas de
nuestra limitada manufactura en los mercados internacionales. Aun cuando el
objetivo principal de la política de industrialización fue diversificar la
economía a través de la producción y las fuentes de ingreso para romper con la
dependencia del petróleo como fuente única de divisas e ingresos fiscales, en
la actualidad este panorama no está lejos de desaparecer porque aunque se han
hecho esfuerzos significativos en los denominados parques tecnológicos del país
para formar recursos técnicos de alto nivel,
con aportes significativos del
conocimiento científico de las universidades, los intentos parecen minimizados
por la falta de aportes para los centros de investigación y desarrollo además
de la desconfianza en las universidades.
La misma política de sustitución de importaciones conspiró contra esos buenos
intentos de independencia económica no petrolera, pues los precios de este
renglón están sometidos a las fluctuaciones del mercado mundial dictando la
pauta. Por otra parte el discurso político y económico incorporó la variable
industrial como éxito de la industria petrolera y generadora de ingresos
públicos, lo que llevó a la elaboración del primer censo industrial en 1936 y
posterior financiamiento de las empresas a través del llamado Banco Industrial
de Venezuela. Se vislumbraba otra visión, la política del estado hacia el
proceso de independencia económica no petrolera, se centró en la sustitución de
importaciones creando una industria siderúrgica que se suponía tendría
integración vertical con la metalmecánica y en especial con la automotriz, pero sin resultado exitoso pues fueron pocas
plantas de ensamblaje y pequeñas industrias la que se desarrollaron en el país.
Surgieron entonces las nuevas
organizaciones en las ramas de la construcción, alimentos, bebidas, tabaco,
energía eléctrica, papel, madera, corcho, muebles y otros. En 1948 se instala en el país la primera
ensambladora de vehículos y con ella nacen otras pequeñas empresas de
autopartes que dieron señales de prosperidad en el sector. En Venezuela en las
últimas décadas se observa el surgimiento de un conjunto de empresas con base
científica y dependiente de una alta capacidad tecnológica. Es cuando surgen
entonces las industrias vinculadas a la electrónica y la informática de rápido
crecimiento en el país y de un valor estratégico que se considera exitoso. Aun
cuando el proceso de transferencia tecnológica ha sido lento, no se pierden las
esperanzas de que el proceso de desarrollo industrial recupere el tiempo
perdido o haya pagado el alto precio de quedarse rezagado. El proceso de la
gestión tecnológica no estará completo
en nuestro país, hasta que los resultados obtenidos de las actividades en
Ciencia y Tecnología (C&T), de los emprendedores, de las pequeñas y
medianas industrias (PYMES) y de cualquier otra fuente no trasciendan hacia el
mejoramiento de la calidad de vida de las personas, la explotación comercial y
la generación de riqueza. Reflexión aparte merece la situación actual de los
parques tecnológicos en donde la intención es analizar más profundamente sus
objetivos y alcances. Un recuento breve de la historia de estos parques y sus
resultados, nos dan una idea de la situación actual de los cuatro Parques
Tecnológicos (PT’s) de Venezuela, “creados a principios de los 90 y dentro de
cuya evolución se creó la Asociación de Parques Tecnológicos de Venezuela,
ASOPARTEC.” Se demostró cómo a pesar de nacer y desarrollarse
en un entorno no totalmente favorable para ese entonces se lograron importantes
resultados en apenas pocos años de su funcionamiento, lo cual los destaca como
una vía factible y exitosa para el negocio de la innovación, la transferencia
de tecnología y para el desarrollo regional. Estos logros se evidencian en más
de 5 MM$ en nuevas inversiones, más 1,6 MM$ por negociaciones, 31 patentes
nacionales e internacionales en proceso de transferencia con empresas tanto
nacionales como internacionales, 21 empresas incubadas, 32 empresas instaladas
y 156 PYMES involucradas en actividades para el desarrollo de la competitividad
nacional”.
Autores:
Cristina
González
Keila
Domínguez
Antonela
Rangel
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